domingo, 17 de abril de 2011



JESUCRISTO
Catequesis Cristológicas  

La muerte de Cristo
 1. La ejecución de Jesús de Nazaret
 2. Jesús ante su propia muerte
 3. La muerte de Jesús interpretada desde la fe en la resurrección
  - La muerte del Profeta
  - La muerte de Justo
  - La muerte del Siervo
 4. El valor redentor de la muerte de Jesucristo
 5. Sentido cristiano de la muerte y el sufrimiento
  - La muerte cristiana
  - Sentido cristiano del sufrimiento
Para continuar el estudio de la muerte de Jesús
  1. Lectura
  2. Preguntas para una reflexión
  3. Bibliografía


2. LA MUERTE DE CRISTO
 
1. La Ejecución de Jesús de Nazaret
Jesús no murió de muerte natural. Fue ejecutado como consecuencia de los conflictos que provocó con su actuación. Pero ¿qué ha podido suceder para que haya sido tan rápidamente denunciado, detenido por las autoridades civiles y religiosas? ¿ Como ha podido provocar una acción tan violenta?
Por una parte, la actitud de Jesús ante la Ley de Moisés ponía en crisis toda la institución legal sobre la que se apoyaba la autoridad religiosa y social de los dirigentes de Israel. Con la libertad propia de un hombre que viene de Dios, Jesús se coloca por encima de la Ley y da la última palabra al amor por encima de todas las tradiciones fariseas, rabínicas, proféticas y apocalípticas que se justifican en último término en el valor absoluto de la Torá.
Por otra parte, Jesús anuncia a un Dios Padre, abierto a todos los hombres, incluso a los extranjeros y pecadores, con lo cual está rechazando el carácter privilegiado del pueblo judío y su alianza con  Jehová. Jesús predica que se acerca el Reinado de Dios pero no como un juicio para paganos y pecadores sino como una Buena Noticia de perdón y de gracia. Este Dios que anuncia Jesús no es el Dios de la religión oficial judía que ofrece su premio a los que obedecen a la Torá. Jesús se presenta como un blasfemo que destruye la alianza y contradice todas las esperanzas judías basadas en la pertenencia al pueblo judío y en la obediencia a la Ley mosaica.
Además, la actuación libre de Jesús frente a toda autoridad, su obediencia radical a Dios por encima de cualquier señor o césar, su anuncio decidido del Reinado de Dios, ponía en peligro la “paz romana”. Jesús se convertía en un perturbador del orden socio-político establecido por Roma.
Y sin embargo, tampoco el pueblo le defiende. Jesús ha decepcionado profundamente la expectación política que su aparición ha podido despertar en grandes sectores de la población. El pueblo esperaba algo más concreto, eficaz y espectacular. Algo que condujera a Israel a la destrucción del imperialismo romano y su sustitución por el Reino mesiánico judío.
 
2. JESUS ANTE SU PROPIA MUERTE
Jesús ha visto venir su muerte y la ha afrontado con lucidez. No la ha eludido. No ha emprendido la huida. No se ha defendido. No ha organizado una resistencia. No ha modificado su mensaje. No ha querido deshacer los posibles malentendidos. Jesús ha temblado ante su ejecución, pero se ha mantenido hasta el final fiel al Padre, fiel a sí mismo y fiel a su misión.
Por eso en la cruz podemos descubrir con más hondura algunos rasgos fundamentales de Jesús.
Ahora podemos conocer mejor la profundidad de la confianza de Jesús en el Padre. Cuando todo fracasa y  los suyos parecen abandonarlo como un falso profeta equivocado, lamentablemente y condenado justamente en nombre de la Ley, Jesús grita con fe: “Padre, en tus manos pongo mi vida” (Lc 22, 46).
Ahora podemos descubrir mejor la radicalidad de Jesús y su libertad total para entregarse al servicio del Reino de Dios, Jesús es libre no solo para enfrentarse a los que se oponen a su misión, sino incluso, para entregar generosamente lo que más quiere todo hombre: su propia vida.
Ahora podemos comprender mejor la solidaridad de Jesús con los hombres y su actitud de servicio. Jesús ha entendido su muerte como el servicio último y supremo que él podía hacer a la causa de Dios y a la salvación de los hombres.
Ahora podemos entender mejor la fuerza con que Jesús denunciaba el odio, el egoísmo, la injusticia, la mentira humana y su fe total en que solo el amor puede conducir a los hombres a su liberación definitiva. Abandonado por todos, Jesús muere creyendo hasta el final en el amor del Padre y en el perdón para los hombres: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).
 
3 LA MUERTE DE JESÚS INTERPRETADA DESDE LA FE EN LA RESURRECCIÓN
La resurrección de Jesús obligó a sus seguidores a reflexionar sobre la muerte de aquel hombre abandonado por todos pero resucitado por Dios. A la luz de la resurrección, se vieron obligados a descubrir el significado profundo encerrado en la muerte de aquel hombre condenado en nombre de la Ley como blasfemo, arreligioso, perturbador del orden público, peligroso para la sociedad_, pero resucitado por Dios.
Si Dios ha resucitado a Jesús, ¿por qué ha permitido su muerte? El Dios que ha resucitado a Jesús ¿qué hacía en la hora de su ejecución? ¿Por qué los suyos lo han abandonado? Los primeros creyentes han comprendido que la muerte de Jesús no ha sido un accidente más, una injusticia cualquiera. Esta muerte ha tenido que estar prevista en los designios de Dios. Esta muerte ha sido para la salvación del pueblo y de la humanidad entera.
 
La muerte del Profeta
Los cristianos han descubierto que la muerte de Jesús, resucitado ahora por Dios, no ha sido la muerte de un blasfemo sino la muerte del Profeta. En Jesús se ha cumplido el destino trágico que parece esperar a todo profeta que sabe luchar por la justicia, la libertad y la dignidad del hombre.
El profeta muere a manos del pueblo y dentro del pueblo. Pero, el profeta muere por amor al pueblo y su muerte es un servicio a la comunidad ya que descubre en toda su profundidad el pecado del pueblo y, de alguna manera, le posibilita su conversión y redención.
Pero, Jesús es más que un profeta. Los primeros creyentes han comprendido que la muerte de Jesús tiene un valor único no solo para el pueblo judío sino para la humanidad entera. En la muerte de Jesús, el mismo Hijo de Dios ha muerto por amor a los hombres. Y su muerte es el mayor servicio a la humanidad, pues no solo nos descubre la profundidad de nuestro pecado sino que al mismo tiempo nos abre la posibilidad de salvación y perdón.
 
La muerte del Justo
Los cristianos han descubierto que la muerte de Jesús, resucitado ahora por Dios, no ha sido la muerte de un pecador impío, sino la muerte del Justo. La resurrección les ha hecho ver que la justicia definitiva de Dios termina por triunfar por encima de todas las injusticias de los hombres.
En una sociedad injusta, el hombre justo resulta insoportable y su actuación es condenada y perseguida incluso en nombre de la ley y de la religión. Pero Dios no puede permitir que la justicia no triunfe y el sufrimiento del justo se pierda inútilmente.
Ahora los cristianos descubren que en la cruz ha muerto el Hijo santo de Dios, «aquel que no conoció pecado» (2 Co 5, 21). No era Jesús el pecador. Somos nosotros los pecadores. Pero la muerte de Jesús no ha sido inútil. La resurrección nos descubre que la injusticia, el mal y la muerte no tienen la última palabra. La resurrección del crucificado nos abre un camino de redención. Desde ahora podemos esperar liberación si sabemos decir no a la injusticia con el mismo espíritu de Jesús.
 
La muerte del Siervo
Los cristianos han comprendido también que la muerte de Jesús no ha sido la muerte de un revolucionario judío que pretendía hacerse con el poder, sino la muerte del Siervo que ha vivido la obediencia al Padre y el amor a los hombres hasta el extremo.
Inspirándose en los cantos del Siervo de Jehová (sobre todo en Is 52, 13-53, 12), los creyentes han visto en la muerte de Jesús el servicio salvador del Hijo de Dios que ha querido “llevar sobre sí” los pecados de los hombres, sufrir por nuestras injusticias y dar la vida por nuestra salvación.
Poco a poco y, cada vez con más claridad, irán descubriendo en la ejecución de Jesús el gesto supremo de amor y reconciliación de Dios con los hombres. El Hijo de Dios ha compartido nuestra muerte y nuestra perdición para abrirnos la posibilidad de alcanzar la vida y la resurrección.
 
4. EL VALOR REDENTOR DE LA MUERTE DE JESUCRISTO
Jesús ha vivido su muerte en una actitud de obediencia y fidelidad total al Padre y, al mismo tiempo, en una actitud de amor y perdón a los hombres.
Por eso, su muerte no ha sido una muerte de destrucción y de perdición, una “muerte-ruptura”. La muerte de Jesús ha sido una muerte de reconciliación y de amor. Una muerte que conduce a la resurrección y la vida.
La muerte, que era la manifestación suprema del pecado y la ruptura entre Dios y el hombre pecador, se ha convertido ahora en la manifestación suprema del amor y la reconciliación entre Dios y los hombres. Vivida por el Hijo de Dios en obediencia total al Padre y en comunión total con los hombres, se ha convertido en fuente de vida para todos nosotros. “Nuestro Salvador Cristo Jesús ha destruido la muerte y ha hecho irradiar luz de vida e inmortalidad” (2 Tm 1, 10).
A lo largo de los siglos, los cristianos han empleado diversos lenguajes para formular el valor salvador de la muerte de Cristo. Se ha visto la cruz como un rito de sangre que ha apaciguado la ira de Dios, como el sacrificio de la única víctima agradable al Padre, la pena con la que ha sido expiado el castigo infinito merecido por nuestros pecados, el rescate ofrecido por nuestra redención, la reparación necesaria para satisfacer a Dios, etc.
Es indudable el valor y la verdad que se encierran en estas interpretaciones si son bien entendidas. Sin embargo, nos pueden conducir a deformaciones más o menos graves sobre la muerte de Cristo. Partiendo de estas interpretaciones fácilmente podemos llegar a concebir a Dios como un Señor que exige previamente una reparación y el pago de una deuda para poder luego perdonar al hombre.
Los primeros creyentes no pensaron así. Ha sido Dios el que por propia iniciativa y movido por un amor totalmente gratuito ha intervenido en la historia humana para salvarnos. La muerte de Jesucristo es el gesto supremo en el que se nos revela el amor reconciliador de Dios a los hombres. “En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo y no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres” (2 Co 5, 10).
 
5. SENTIDO CRISTIANO DE LA MUERTE Y EL SUFRIMIENTO
La muerte de Jesús en la cruz no es un acontecimiento aislado y separado de su vida. Es el gesto que resume y en donde culmina toda su vida. Es “terminar de morir”. Jesús ha ido muriendo para el Padre y por los hombres día tras día, “desviviéndose” por hacer la voluntad de su Padre y por liberar a sus hermanos. Por eso, desde el seguimiento al crucificado vamos los cristianos dando sentido al sufrimiento de cada día y a la muerte.
 
La muerte cristiana
La muerte, sin perder su carácter trágico, ha cambiado de signo para el creyente. La muerte ya no es el final de todo. El cristiano no muere para quedar muerto sino para resucitar. La muerte ya no tiene la última palabra.
El cristiano afronta la muerte y la asume libremente como un acontecimiento que puede ser vivido en comunión con Cristo muerto y resucitado y en la misma actitud que El adoptó.
El cristiano, más que prepararse para una buena muerte, debe aprender a “morir bien” en cada momento. Es decir, viviendo la vida diaria como Jesús, “desviviéndose” por la construcción del Reino de Dios y su justicia. Desde aquí el Bautismo cobra un sentido nuevo como el gesto sacramental en el que nos comprometemos a vivir la vida “muriendo en Cristo”, y la Eucaristía nos va ayudando a asimilar el morir de Jesús para participar también un día de su resurrección.
Los cristianos vemos desde Cristo con una esperanza nueva no solo nuestra muerte sino también la muerte de los demás, las muertes grandes y las pequeñas, las muertes valientes y las cobardes, las muertes significativas y las ridículas. Desde esta misma esperanza aprendemos a afrontar con otro sentido el envejecimiento y la muerte de las culturas, de las ideas, de la creación entera_ Todo lo que vive, camina de alguna manera hacia la muerte. Pero Cristo ha vencido a la muerte.

Sentido cristiano del sufrimiento
Seguir a Jesús es seguir a Alguien que ha terminado ejecutado por los hombres. Ser fiel a Alguien que ha sido perseguido y condenado por el escándalo provocado con su mensaje y su actuación.
Seguir al Crucificado no es buscar y amar el sufrimiento. Jesús no lo ha amado ni para él ni para los demás. Seguir al Crucificado es proseguir su obra, construir el Reinado de Dios, defender la causa del hombre, ofrecer gratuitamente el perdón, servir al hermano y saber que esta actuación nos traerá sufrimiento.
El creyente, pues, no ama el sufrimiento, pero tampoco evade el problema del mal de manera ligera y superficial. El cristiano toma en serio la inseguridad, el sufrimiento, la soledad, la alienación, el dolor, el lado oscuro y negativo de la vida. Pero con Cristo y desde Cristo descubre que también ahí puede haber salvación y liberación. Desde Cristo trata de descubrir cuál es la manera más humana y liberadora de asumir y vivir el sufrimiento propio y ajeno.
El creer en el Crucificado no suprime el mal. El mal continúa siendo algo malo e inhumano, pero se puede convertir en el lugar más eficaz, realista y convincente de vivir la fe en el Padre y la solidaridad con los hombres. Por eso el cristiano cree no solo en la acción sino también en la pasión. Desde su fe cristiana va descubriendo que incluso el sufrimiento puede ser liberador cuando se vive con el espíritu del Crucificado.
La cruz nos purifica y libera, pues es lo que más directamente se opone a la esclavitud del pecado. Pecar es buscar egoístamente nuestra propia felicidad rompiendo con Dios y con los hombres. Vivir la cruz como Jesús, es, precisamente, todo lo contrario: buscar la fidelidad a Dios y al servicio a los hombres, incluso en la ausencia de felicidad.
Quizá sea necesario descubrir de manera concreta nuevas posibilidades de seguir hoy al Crucificado, v.gr.: preferir sufrir injustamente antes que colaborar con la injusticia; saber sufrir el mal antes de hacer el mal; compartir el sufrimiento de los injustamente maltratados; aceptar la inseguridad y los riesgos propios de una vida consecuente con la fe cristiana; aceptar las consecuencias dolorosas de una defensa clara y firme de la justicia, la verdad y la libertad; aceptar la inseguridad, la falta de poder y la debilidad del que quiere actuar con honradez humana y sencillez evangélica; saber comprender el valor de una vida austera y equilibrada en medio de nuestra sociedad de consumo y bienestar.
 
PARA CONTINUAR EL ESTUDIO DE LA MUERTE DE JESUS
 
1. Lectura
Estudiar los relatos evangélicos de la pasión de Jesús, tratando de descubrir la enseñanza de los evangelistas (Mt 26-27; Mc 14-15; Lc 22-23; Jn 18-19).
 
2. Preguntas para una reflexión
 - ¿Qué significado puede tener todavía hoy la cruz de Cristo en nuestra sociedad?
 - ¿Cuál te parece la actitud más humana ante el sufrimiento y la muerte? ¿Por qué?
 - ¿Qué puede significar hoy concretamente para ti el tomar la cruz de Cristo cada día?
 
3. Bibliografía
H. COUSIN, Los textos evangélicos de la pasión.
(Estella, 1981). Ed. Verbo Divino
Sugestivo estudio sobre los relatos de la crucifixión, la muerte de Jesús y el sepulcro abierto.
X. LEON-DUFOUR, Jesús y Pablo ante la muerte.
(Madrid, 1982). Ed. Cristiandad.
En la primera parte de la obra se nos ofrece un estudio lleno de interés sobre la postura de Jesús ante su muerte inminente y su actuación en la cruz.
L. BOFF, Pasión de Cristo. Pasión del mundo.
(Santander, 1981). Ed. Sal Terrae.
Interesante obra donde se nos ofrece un buen resumen sobre la muerte violenta de Jesús, las interpretaciones de esa muerte en las primeras comunidades cristianas y el desarrollo posterior de la teología de la redención. 

Rev. Ruben Dario Daza B.

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